Santa Rosa de Lima, vida e incomprensión

SANTA ROSA DE LIMA

Por Rocío Ferrel

La fiesta de Santa Rosa de Lima se celebra hoy, 30 de agosto, y nos recuerda a uno de los personajes más enigmáticos de la Iglesia Católica, con extraños hechos que rodean su vida desde su niñez.

La primera rareza sucedió cuando tenía unos tres meses de edad, estando en su cuna, su criada indígena le descubrió el rostro para ver si estaba dormida y asombrada de lo que vio llamó a otras niñas y a su madre, quienes vieron en su rostro convertido en rosa, por lo cual, llamándose Isabel, le cambiaron al nombre de Rosa.

Pasados unos años, su madre le dejó una tarea para que aprenda a escribir y leer, pero le disgustó que la niña no tome interés, por lo que la llevó a su confesor para que la riña, el cual le ordenó obedecer a su madre. Al día siguiente ésta se sorprendió de ver que su hija que leía muy bien y que había escrito una hoja con buena letra, por lo que nunca entendió cómo aprendió tan rápido.

Junto con San Francisco de Asís, San Antonio de Padua y San Martín de Porras, es uno de los pocos personajes a los cuales los animales obedecían, pero no sólo aves o mamíferos, como en los otros santos, sino hasta los mosquitos. Estos mosquitos normalmente pican sin falta a las personas y su celda estaba llena de ellos, pero nunca le tocaron, según ella misma dijo, había hecho amistad con ellos y por las mañanas les pedía que hagan coro en alabanza a Dios, lo cual atestiguaron sus allegados, que decían que los mosquitos zumbaban como en coro.

Cuando era niña, su madre tenía un gallo que nunca había cantado, por lo cual estando en la mesa comentó que lo iba a matar. Al escuchar eso Santa Rosa le dijo: “¡Entonces canta gallito, canta, y no morirás!” El ave desde ese momento cantó y evitó su condena.

Con las aves tenía igual amistad y en particular era visitada todos los días por un hermoso pájaro, con el cual turnaban alabanzas. El animalito se posaba en un guayabo y esperaba callado a que ella termine para comenzar él y así estaban por cerca de una hora hasta las seis.

A diferencia de otros santos, que predicaban a los animales y estos le obedecían, Santa Rosa también era escuchada por el reino vegetal: ordenaba a los árboles, plantas y flores que alaben a Dios y éstos inclinaban sus ramas hasta el suelo, hechos que cuentan con testigos. Ya en su niñez su hermano declaró que unas rosas que él lanzó al aire cayeron, pero las que su hermana lanzó quedaron suspendidas en el aire en forma de cruz.

Un milagro hermoso lo cuenta Catalina de Santa María. Rosa debía adornar el anda de Santa Catalina de Siena. Y, estando la bendita Rosa y esta testigo en la huerta de casa de su padre mirando todas las matas de los claveles, no vieron en ninguno de ellos ni botón ni vara, porque no era tiempo de ellos ni los podía haber. Y la bendita Rosa dijo: “Si Dios Nuestro Señor nos diese a honra de la Santísima Trinidad tres clavelinas para la santa imagen, del todo sería galana”. Y, al día siguiente, que debían celebrar la fiesta de la santa, por la mañana, dijo la bendita Rosa a esta testigo que fuese a la huerta. Esta testigo le dijo: “Hermana, si ayer paseamos la huerta y vimos las matas y ninguna de ellas tenía clavelina alguna, ¿cómo me envía por ellas? Y la bendita Rosa le respondió: “Válgame Dios, hermana de mi corazón, vaya por ellas que Dios nos las ha dado”. Y esta testigo fue y halló tres clavelinas en una vara y muy hermosísimas. Y esta testigo quedó admirada.

Aparte de estos prodigios con la naturalez, en vida ocurrieron otros milagros, como el cuadro del Ecce Homo, pintado por Angelino Medoro, que era propiedad del contador Gonzalo de la Maza, del cual comenzó a brotar agua cuando la santa y la familia del contador se encontraban en oración ante él.

También tuvo el don de sanación, habiendo llegado a curar a muchos enfermos en vida. Después de su muerte hubo muchas curaciones que lograron los devotos que invocaban su intercesión.

Además del don de sabiduría, que dejó asombrados a sus confesores y le hizo pasar airosa una investigación de la Inquisición, poseía el don de profecía. Anunció diversos hechos, pero usualmente sólo respondía cuando alguien se lo preguntaba y describía hechos que iban a suceder a sus interlocutores o a sus familiares, los cuales se cumplieron tal como lo dijo. No obstante, es falsa la profecía que le adjudican señalando que Lima se hundirá.

En 1668, cuando todavía no había ningún proceso de beatificación para ninún americano, se presentó al Papa Clemente IX, el expediente para la beatificación de la santa limeña, y éste un poco incrédulo expresó: «¿Santa? ¿Y limeña? Hum… Tanto daría una lluvia de Rosas». Y perfumadas hojas de rosas cayeron sobre la mesa de Su Santidad.

Uno de sus biógrafos más importantes, el padre Leonardo Hansen OP, narró que estudiando su proceso de canonización no creía en las narraciones sobre el olor de rosas y la lluvia de rosas que cayó sobre la mesa de Clemente IX. Cuando se encontraba en estas dudas un fuerte perfume a rosas invadió la biblioteca donde se encontraba.

Incomprensión

Sobre sus penitencias, algunos psicólogos de hoy con ignorancia la tildan de masoquista. Estas personas deberían tener en cuenta que en la Edad Moderna, en que ella vivió, la flagelación y diversos tipos de castigos físicos eran practicados por todos los religiosos y hasta por personas no religiosas, comunes y corrientes, quienes solían flagelarse habitualmente.

En su tiempo eran admirados personajes como el beato alemán dominico Heinrich Seuse, conocido también como Henry Suso, quien practicaba grandes penitencias. Sin duda, Santa Rosa llevó al extremo estas mortificaciones, pero su fin y su esencia nada tienen que hacer con el masoquismo.

Con el dolor ella deseaba compartir la Pasión de Cristo, sacrificarse por la conversión de los indígenas y obtener mérito para las almas de los pecadores, lo cual tiene sentido en la mística católica. Ella sufría mucho porque la Iglesia de su tiempo no le autorizó a predicar el evangelio a los indígenas, labor que ella deseaba emprender en los pueblos del Perú.

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