Mandatario participó en acto de renovación del Juramento de Fidelidad a la Bandera

JURAMENTO DE FIDELIDAD A LA BANDERA

El presidente Ollanta Humala participó hoy en el acto de renovación del Juramento de Fidelidad a la Bandera,en la ciudad de Tacna, en el marco del 132° aniversario de la Batalla de Arica.

Previamente, el Jefe del Estado también intervino en la procesión de la Bandera Nacional por las calles de Tacna.

El Mandatario inició esta mañana las actividades, al izar el Pabellón Nacional en medio de los acordes de la Marcha de la Bandera, en el paseo cívico de la plaza de Armas de la Ciudad Heroica.

Humala Tasso estuvo acompañado por el presidente del Consejo de Ministros, Óscar Valdés; el titular de Defensa, José Urquizo; el canciller, Rafael Roncagliolo, y la Primera Dama de la Nación, Nadine Heredia; así como por legisladores y autoridades regionales y locales.

Coronel Justo Arias Aragüez exclamó en Arica: «¡Yo no me rindo carajo! ¡VIVA EL PERÚ!»

JUSTO ARIAS ARAGUEZ

VÍCTOR ALVARADO

El coronel tacneño José Justo Arias y Aragüez (1825 – 1880), ocupa un lugar especial en la galería de los defensores de Arica, por su recio espíritu combativo y su valor ilimitado en el combate contra los invasores que hollaron suelo ariqueño, como lo grafica los últimos instantes de su existencia de soldado al matar de un sablazo a un atacante que lo conminaba a rendirse y gritar acto seguido: “Yo no me rindo carajo, viva el Perú”, luego de lo cual cayó muerto por una descarga de fusilería enemiga.

El testimonio de su final heroico durante el asalto chileno al Morro de Arica no es producto de la fantasía, sino un testimonio histórico de los propios invasores, que ha sido encuestado por el historiador chileno Nicanor Molinare, quien en una de sus pocas narraciones objetivas en las que reivindica el valor de los jefes militares peruanos, expone el final del combatiente Arias y Aragüez.

Por considerarlo un testimonio objetivo, reproducimos a continuación la narración de Molinare sobre los últimos instantes del combatiente peruano Justo Arias Aragüez:

“Las laderas están cubiertas de heridos y de muertos; el fuego continúa y el combate dura ya más de doce minutos.

Los bravos tercerinos han penetrado al fuerte trepando los parapetos; abriendo brechas en los areniscos reductos, entrando por el portalón.

El coronel Arias Aragüez, impávido, se pasea por el muro que mira al oriente, su marcial silueta se destaca cual gigantesca sombra al iniciarse el asalto, en la penumbra del día que parpadea; y a medida que la luz que viene de oriente ahuyenta la oscuridad de aquella noche, la figura del nobilísimo defensor del Ciudadela, se perfila más y más en el alto parapeto.

El viejo coronel Arias se enronquece animando a su tropa y defiende su puesto con sin igual bravura; en aquella faena lo ayuda don Francisco Cornejo, comandante de los Cazadores de Piérola.

Aquel heroico soldado, sable en mano, se pasea impávido en la plazoleta del fuerte, en la del costado principal, desafiando, a nuestros soldados y a la muerte. A todos llama la atención aquel héroe, que sin kepi, presentaba su desnuda, calva, blanca y venerable cabeza a las balas.

Arias desafiando el peligro, infunde respeto y admiración a los nuestros, y con la clara luz del día pueden ver y aquilatar a su sabor la bizarra actitud del jefe enemigo. Su valor satisface a los hombres del 3ro y se disponen a salvar la vida de Arias.Todo el mundo le grita: Ríndase, mi coronel, no queremos matarlo. “¡No me rindo carajo! ¡Viva el Perú!”, les responde.

¡Fuego muchachos! Responde aquel ínclito guerrero y con su ejemplo estimula el valor de su tropa, la defensa del Ciudadela.

Y una descarga cerrada tiende al invicto guerrero, que cae muerto dentro del fuerte, y su espíritu libre de la humana envoltura, traspone los lindes de la vida y penetra en el templo sereno de la inmortalidad”.

Molinare, a pesar de su esfuerzo por ser objetivo, ha omitido en su narración mencionar la reacción furibunda de Arias al eliminar de un sablazo a uno de los atacantes que le conminaban rendición. Muchos otros actores de la batalla de Arica han puesto en su lugar el episodio omitido por Molinare

Hubiera sido pedirle demasiado a Molinare narrar los incidentes previos de ese sobrecogedor episodio, en los que habiéndose producido una arrolladora embestida de los invasores que lograron romper las defensa de la zona este y por la que se dirigían a vencer las del norte, Arias, bayoneta en mano, dio muerte a cinco de ellos.

Las generaciones de historiadores chilenos posteriores a Molinare han apodado a Arias como el “León de Arica”, por su porfiada y espartana resistencia al ofrecer su vida en defensa de Arica (Fuerte Ciudadela le llaman los historiógrafos chilenos). Por supuesto, su heroicidad en su ciudad natal es narración obligatoria de los maestros a sus alumnos, lo que lamentablemente no ocurre en el resto del país.

Por esta razón, los tacneños con justa razón proclaman a Tacna como cuna de la peruanidad y argumentos les sobran, porque la Tacna Heroica sobrevivió a 50 años de cautiverio chileno gracias a la resistencia de sus hijos que no solo ofrendaron su vida en la Batalla del Alto de la Alianza, sino que nunca se sometieron y derrotaron a la chilenización forzada que impusieron los invasores.

Arias tenía ilustre prosapia militar, pues su padre, el coronel tacneño José Remigio de Arias y Ríos, participó en primera fila la guerra de la Independencia haciendo filas en los movimientos revolucionarios de Francisco Antonio de Zela y Mateo Pumacahua.

Antes de la declaratoria de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia (05 de abril de 1879), Arias Aragüez ya tenía una dilatada trayectoria militar iniciada el 5 de marzo de 1842, en que ingresó al Ejército, correspondiéndole servir a las órdenes del coronel Manuel Mendiburú.

Muy temprano tiene su bautizo de fuego al asumir la tarea de organizar fuerzas en el Valle de Locumba (Tacna), y rechazar con las armas en la mano la invasión de tropas bolivianas encabezadas por el general Adolfo Ballivián.

Más tarde, en 1844 toma parte de la batalla del Carmen Alto en la revolución del general Ramón Castilla contra Manuel Ignacio de Vivanco. Fue ascendido a sargento mayor en septiembre de 1850 y a teniente coronel en octubre de 1854.

Es dado de baja del ejército en el año 1855 por ser leal al gobierno del general Rufino Echeñique, tras ser derrocado en la batalla de la Palma por el Mariscal Castilla.

En 1863 es llamado nuevamente al servicio por el gobierno del general Juan Antonio Pezet, y dos años después es ascendido a teniente coronel 2 años y participa en el Combate del 2 de mayo de 1866 en la guerra contra España.

En 1869 es ascendido a coronel, tras breves estadías en Arica como subprefecto y Tarapacá como jefe instructor de la Guardia Nacional de la región.

Al producirse el desembarco de los invasores en Pisagua (2 de noviembre de 1879), Arias es movilizado para organizar el batallón Granaderos de Tacna como comandante de dicho cuerpo y destinado a la protección del puerto de Arica.

El 07 de junio de 1880, día del asalto chileno al Morro de Arica, se encontraba al frente de sus Granaderos, con los cuales combatió hasta el exterminio de todos ellos.

El héroe tuvo un hermano también militar: Julián, quien igualmente ofrendó su vida en la Batalla de Miraflores del 15 de enero de 1881.