Patriotas despedazaron columna que actuaba como avanzada de la expedición del autor de pillajes, coronel Ambrosio Letellier
El combate de Sángrar del 26 de junio de 1881 en el que los resistentes peruanos castigaron duramente en Canta a una columna de 83 soldados saqueadores integrantes de la expedición de 1,392 efectivos del teniente coronel Ambrosio Letellier que había impuesto el pillaje y la destrucción en diferentes localidades de Cerro de Pasco y Junín, ha merecido de parte de los historiógrafos oficiales chilenos una información sesgada, asumiéndola como un triunfo de sus fuerzas, sin exhibir información sustentada, como sí lo tienen los peruanos que prueban que fue una victoria de la resistencia.
La irrupción de la columna del capitán José Luis Araneda en la hacienda Sángrar, ubicada a más de 3,500 msnm, entre los pueblos de Quillacancha y Quinococha, no fue casual, obedecía a un plan de Letellier de evacuar Cerro de Pasco, en cumplimiento de una orden del nuevo jefe del ejército de ocupación, Patricio Lynch, luego de la protesta de las legaciones europeas, particularmente italiana e inglesa, porque sus súbditos habían sido obligados a pagar en Cerro de Pasco fuertes cupos y objeto de saqueos de sus patrimonios. La columna era una avanzada que debía abrir el camino a las tropas de Letellier para dirigirse de retorno a Lima, lo que significaba recorrer el paso de las Cuevas, ingresar a la hacienda Sángrar y de aquí pasar a Canta y luego a Lima. En Cuevas fue sorprendida y atacada por las tropas del coronel Manuel Encarnación Vento, quien en un combate que se prolongó hasta las primeras horas del 27 de junio le causó 45 bajas reconocidas por el propio capitán Araneda, luego de que éste consiguiera milagrosamente fugar del campo de batalla y llegar sano y salvo a Lima. Las bajas reales de los invasores habrían sido un poco más de 50, si se tiene en cuenta que en Lima, el diario “La Situación” de los chilenos dio cuenta de una lista de 17 heridos sobrevivientes. La expedición Letellier había salido de Lima el 15 de abril de 1881, por orden del anterior jefe del ejército de ocupación, coronel Pedro Lagos, para batir a la resistencia, encabezada por el coronel José Agustín Dávila, que había comenzado a operar en la sierra de Chosica en un radio de acción que se extendía hasta Junín y derrotado al coronel chileno José Miguel Alcérreca en San Jerónimo de Surco (Huarochirí) cerca a Santa Eulalia (Chosica), cuando Cáceres aún no había abandonado su refugio en la Iglesia San Pedro.
En este lapso, Gregorio Albarracín y Dávila dirigieron acciones contra fuerzas chilenas en Chicla y San Bartolomé y en varias de ellas confiscaron los montos de los cupos que los invasores habían acopiado en los poblados de la sierra central, lo cual había mortificado duramente tanto a Lagos como a Lynch. Pero, Letellier, en lugar de dedicarse a perseguir a la resistencia dispersó su regimiento y se dedicó a imponer cupos indiscriminadamente, incluyendo entre sus víctimas al súbdito italiano Manuel Chiesa y al inglés M. Steele, cuya casa había sido asaltada, sus muebles destruidos y había sido objeto del robo de sus caballos. La protesta diplomática movió a los gobiernos de estos países a presionar al gobierno chileno para que castigue al infractor.
El caso del súbdito inglés fue el que trajo más cola porque Inglaterra formaba parte del plan de guerra de Chile contra Perú y Bolivia, pues se había encargado de proporcionarle blindados y armamento para este cometido, y esperaba al final apropiarse de las salitreras peruanas y bolivianas, como efectivamente ocurrió. El dueño de la Hacienda Sángrar, Norberto Vento, había tomado conocimiento del desplazamiento por esta ruta de la fuerza de Letellier y había solicitado a Cáceres el envío de resistentes, en su mayoría guerrilleros campesinos, que los invasores llamaban “montoneros”, en un número de 300 aproximadamente, al mando de su hijo, el coronel Manuel Encarnación Vento. La columna de Araneda estaba compuesta por 78 hombres, un capitán, tres subtenientes y un corneta. Al llegar al paso de Las Cuevas dejó en este lugar a una patrulla, al mando del subteniente Blanco, de 14 soldados, dos de ellos centinelas en las cumbres; a otros siete, encabezada por el sargento Zacarías Bisivinger lo mandó a robar ganado en la vecina hacienda Capillayoll, donde se apropiaría de 800 cabezas de carneros y los restantes fueron con él a la hacienda. El propio Araneda informa en su parte que la fuerza de Vento compuesta de “700 hombres” (cifra inflada por él) inició su ataque a la una de la tarde y eliminó primero a los integrantes de la patrulla que retornaba de haber robado los carneros y que gracias al aviso de los vigías apostados pudo parapetarse en la hacienda, disponiendo que 10 hombres al mando del subteniente Guzmán se parapete en los corrales y el resto alrededor de las casas de la hacienda, desde donde respondieron al fuego de los patriotas. Los invasores de los corrales, al verse sobrepasados, se trasladaron a la iglesia y el grueso de la tropa que se hallaba parapetada en las casas optó por refugiarse en la casa- hacienda, cuyas gruesas paredes les permitieron soportar las embestidas peruanas. Los patriotas prendieron fuego a la iglesia, y el subteniente Guzmán, con los suyos, aprovecharon la humareda para escabullirse, luego de sufrir varias bajas, con dirección a Las Cuevas, donde se encontraban la patrulla del subteniente Blanco, que estaba paralizada por el pánico, sin decisión de sumarse al combate. Guzmán partió de inmediato a Casapalca, donde se encontraba parte del regimiento de Letellier, en busca de ayuda, la que fue despachada de inmediato.
A las cuatro de la tarde, el coronel Vento les pidió se rindan, pero Araneda, sabedor de que tenía municiones para resistir largamente rechazó el pedido y respondió con nutrido fuego. Los patriotas prendieron fuego a los ranchos que rodeaban la casa, derribaron columnas, trataron de abrir forados con barretas, sacaron las planchas de los techos, sin conseguir desalojarlos. Según el parte del subprefecto de Canta, Emilio Fuentes, uno de los jefes resistentes, los patriotas que habían sido convocados por Vento, al momento de llegar a Sangrar, llevaban más de 24 horas sin probar alimento y se encontraban desfallecientes, y luego de evaluar la situación concluyeron que estaban próximos a quedarse sin municiones y que los resultados del combate a la vista, eran 50 muertos chilenos, 2 prisioneros, recuperación de 48 rifles Comblain, la banderola del enemigo y más de 800 carneros robados por los invasores, por lo que decidieron dar por terminado el combate. Los sitiados apenas se dieron cuenta se escurrieron al amparo de la madrugada hasta Casapalca, encontrándose en el camino con sus tropas del Buin que venían en su auxilio.