Bolognesi a su esposa: “Nunca reclames nada, pues mi deber no tuvo precio”

BOLOGNESI Y LOS DEFENSORES DEL MORRO

Cartas del héroe. Correspondencia enviada a su familia y al prefecto de Arequipa muestran la tensión que vivió el héroe. “¿Qué será de ti, amada esposa?… Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad”. Este domingo se conmemora el 135º aniversario de la batalla de Arica.

El general chileno Manuel Baquedano los miraba con su catalejo. No podía creerlo. Ellos eran 6 mil y los soldados de Francisco Bolognesi no pasaban de los 1.400. No entendía cómo estos hombres, más que armados, enfurecidos, optaban por el suicidio de enfrentarlos.

Bolognesi sabía que venía la muerte. Pero la patria era primero, por eso escribió cartas que no solo eran la despedida de sus seres queridos, sino también una confesión de valentía y amor por el Perú.

Su trazo era firme, pero en el mensaje había fastidio y mucha tensión. Sabía la dura batalla que le esperaba… A pesar de ello, en cada palabra mostraba las ganas de cumplir la orden encomendada. El héroe, quien nació un 4 de noviembre de 1816, vivía así un capítulo de su vida que hoy recordamos un día antes del aniversario de la batalla de Arica, gesta en la cual entregó la vida por la patria.

Las cartas que el coronel Bolognesi le escribió a su familia antes de la batalla, en junio de 1880, durante la guerra con Chile, mostraban la voluntad de cumplir con el deber, más allá de las dificultades.

«Querido hijo: son las 11 del día y te dirijo estas palabras para despedirme. El enemigo está cerca de Tacna. Allí lo espera el general Montero con todo su ejército, salvo que los chilenos le hagan una jugarreta y vengan a tomar esta plaza (Arica) que la han dejado muy débil», escribe Bolognesi a su hijo Enrique, el 19 de abril.

Meses después de esta emotiva carta, Enrique Bolognesi también decide luchar en la Guerra del Pacífico, en la batalla de Miraflores de 1881.

«Yo no tengo para su defensa más que 1.400 infantes; ellos pueden –en horas– traer a Pacocha (Ilo) 3 o 4 mil hombres y a la vez comprometer combate por mar y tierra. En fin, ha llegado el momento de decidir la cuestión.

No hay que asustarse: no estamos mal. Si se dirigen bien las cosas, les daremos un caldo como en Tarapacá.

Creo que seré el pato de la boda por ocupar este puesto que es el ensueño del enemigo. Mientras estén los nuestros en Tacna quizá no habrá nada aquí.

Ya estoy fastidiado, deseo que llegue el momento de un ataque para descansar del modo que quieras entenderlo. Yo no duermo, no me dejan ni comer; en la calle y por donde vaya tengo que hacer con todo el que me busca. Afectos a todos en casa, a amigos y amigas. Adiós», narra en una misiva Bolognesi.

La historiadora Lourdes Medina comenta que cuando uno lee las cartas de Bolognesi, nota que el héroe siempre habla del cumplimiento del deber, porque no quería defraudar al Perú.

«Hay que rescatar en Bolognesi su optimismo, en las cartas dice que le podemos dar sopa como en Tarapacá, él pensaba que podía ganar en Arica, su esperanza estaba en la minas (dinamita camuflada), el trabajo estuvo a cargo del ingeniero Teodoro Elmore, pero lo capturan con los planos, después los chilenos identificaron la ubicación de las minas», recuerda la historiadora Medina.

Luego, el 22 de mayo, le escribió a su esposa María Josefa, quien en sus primeras palabras adelantaba que estas serían sus últimas palabras, porque sabe que cada día que pasa el enemigo se acerca a Arica, conocía perfectamente que las fuerzas de Chile superaban a los defensores peruanos.

«Adorada María Josefa:

Esta será seguramente una de las últimas noticias que te llegarán de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las mismas como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar, engrandecida con un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayos en el combate, para no defraudar al Perú.

¿Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad?, ¿qué será de nuestra hija y de su marido, que no me podrán ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado, con su incapaz conducta, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no crean que mi deber tuvo precio. Besos para ti y Margarita. Abrazos a Melvin”, escribe Bolognesi a su esposa.

Efectivamente, un grupo de peruanos, a pesar de la situación en contra y que sabían que iban a morir, se resistieron al final. Además de la guerra por el guano y el salitre era una lucha por la dignidad nacional.

TELEGRAMAS

Bolognesi, antes de la batalla, tenía comunicación con el prefecto de Arequipa, Carlos Gonzales Orbegoso. En los distintos telegramas le dice que no cuente con Manuel Leyva, Lizardo Montero, Narciso Campero (boliviano), sus batallones nunca llegaron a la batalla de Arica.

«Enemigo todas armas trasladadas trenes. Encuéntrense acampados dos leguas esta plaza. Esperamos mañana ataque. Resistiremos», dice el telegrama del 2 de junio de Bolognesi al prefecto.

Para la historiadora Medina, los documentos mostraban que la situación era complicada, la falta de alimento, la alarma por la ocupación chilena, pero aún así salieron al frente.

«Suspendido por enemigos cañoneo. Parlamento dijo: general Baquedano por deferencia especial a la enérgica actitud de la plaza desea evitar derramamiento de sangre. Contesté según acuerdo de jefes: mi última palabra es quemaremos el último cartucho. ¡Viva el Perú!», escribe Bolognesi al prefecto de Arequipa en telegrama del 5 de junio.

Mientras que Orbegoso le responde con emoción:

«Felicito a usted y jefes de la plaza en nombre del pueblo arequipeño por su noble actitud. Arequipa contesta: ¡Viva el coronel Bolognesi!».

EN LA BATALLA

Era tanta la laboriosidad que Bolognesi desplegaba en Arica para tratar de tener todo controlado, que casi no dormía. El general chileno Manuel Baquedano, con su catalejo, lo miraba y no lo entendía, pues su tropa no pasaba los 1.400 hombres, mientras que los chilenos superaban los 6 mil soldados. Esto conmueve al oficial sureño y le ofrece la rendición honrosa, por eso manda al chileno José de la Cruz Salvo, pero recibe esta respuesta:

«Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho», dice Francisco Bolognesi junto con sus oficiales. Este suceso se produjo en la llamada Casa de la Respuesta en Arica.

«Hubo saqueo e incendios, ataque a consulados y muchos otros desmanes», indica la doctora Medina, quien señala los excesos de los soldados chilenos, «la matanza de heridos y prisioneros se generalizó».

En esa batalla perdieron la vida peruanos como Alfonso Ugarte, José Joaquín Inclán, Justo Arias y Aragüez, entre otros. Solo algunos coroneles se salvaron como Marcelino Varela o el oficial Roque Sáenz Peña, argentino que sirvió en el ejército peruano y luego llegó a ser presidente de Argentina en 1910.

Los hechos ocurridos en la batalla de Arica significan uno de los capítulos más trágicos de la historia peruana.

Mil compatriotas perdieron la vida, el resto cayó prisionero. Muchos de ellos murieron fusilados en la plazoleta de la iglesia de Arica. La sangre peruana derramada demoró muchas décadas en borrarse.

CLAVES

Bicentenario. Dentro de las celebraciones del bicentenario del nacimiento de Bolognesi, la comisión permanente de Historia del Ejército ha organizado el cronograma de actividades de dicho evento que se desarrollará en el 2016.

Patrono. El Ejército tiene la tarea de promocionar el legado de Bolognesi entre la población. El próximo año se realizarán concursos, ceremonias y una premiación a diversas personas.

Cronología

Vida del héroe. Francisco Bolognesi Cervantes nació en Lima, en el Virreinato del Perú, un 4 de noviembre de 1816, en la calle Afligidos (hoy jirón Caylloma Nº 125).

1807. Su padre fue el italiano Andrés Bolognesi Campanella, violonchelista de Génova, que llegó al Perú en 1807. Su madre fue la arequipeña Juana Cervantes Pacheco.

22-07-1844. Le tocó presenciar la batalla de Carmen Alto, librada en Arequipa, acción en la que las fuerzas constitucionalistas del general Ramón Castilla derrotaron a las del gobierno de facto del general Manuel Ignacio de Vivanco. Se dice que Castilla le ofreció un puesto en su ejército, pero Bolognesi optó por permanecer en la vida civil, arguyendo asuntos familiares y de negocios, relacionado con la explotación de café y cascarilla.

1859. 25 mil fusiles con ánima rayada compró Bolognesi de Europa, además de 40 cañones para el uso del ejército, allí se perfeccionó en estrategia.

Febrero 1862. Bolognesi trajo de Europa 54 cañones, armamento que fue probado en las playas de Conchán. Opositores del gobierno criticaron la compra, pero él los retó: si no funcionaban se disparaba un tiro.

Julio 1880. Los restos de Bolognesi fueron trasladados al Perú en julio de 1880, a bordo del transporte Limeña, junto con los restos de otros dos caídos en Arica: Juan Guillermo More y Ramón Zavala. En un inicio fue sepultado en una tumba familiar en el cementerio Presbítero Maestro. Actualmente se encuentra en la Cripta de los Héroes del mencionado camposanto, junto con Miguel Grau, Alfonso Ugarte, entre otros.

5-11-1905. Se inauguró el monumento en su homenaje. A la ceremonia asistió uno de los sobrevivientes de la defensa de Arica, el argentino Roque Sáenz Peña, con rango de general del ejército peruano.

EDUARDO SALINAS – DIARIO LA REPÚBLICA.

Francisco Bolognesi: «No hay rendición ¡VIVA EL PERÚ!»

LA RESPUESTA DE BOLOGNESI

El 07 de junio de 1880 a las 4.30 a.m.se produjo el asalto de una fuerza compuesta por 5,379 invasores, desproporcionadamente superior a los 1,901 peruanos que defendían la plaza.

En el fragor de la batalla, los jefes chilenos le gritaban: “ríndase, ríndase Bolognesi”. El héroe, revólver en mano y disparando contestaba: “No hay rendición ¡Miserables! ¡Viva el Perú!”.

Los invasores, masivamente, basados en su mayor poder de fuego de artillería sobrepasaron las líneas peruanas hasta lanzarse sobre la cima del morro.

Los relojes marcaban las 8.50 a.m. cuando el coronel Bolognesi intenta hacer volar las minas, pero el mecanismo no funcionó.

Fue en ese momento de la lucha en el morro que fusileros chilenos dispararon a matar contra el teniente coronel Ramón Zavala y el teniente coronel Benigno Cornejo, y fue herido en un brazo el teniente coronel Roque Sáenz Peña.

Según testimonio de Saénz Peña, quién se hallaba a pocos metros de Bolognesi, un balazo desplomó a Bolognesi, al mismo tiempo que cayó a su lado el capitán de navío, Juan Guillermo More.

“Sólo More y Bolognesi continuaron haciendo fuego con sus revólveres hasta que un soldado chileno le disparó a Bolognesi y ya muerto instantáneamente de un balazo en el cráneo”, narra Saénz Peña.

Luego sus atacantes no conformes con abatirlo le destaparon el cráneo con un feroz culatazo”. Bolognesi y sus valientes traspusieron los umbrales de la inmortalidad y desde allí son los faros que alumbran eternamente el paso de los peruanos al futuro.

Carta de un soldado peruano a su madre antes de la Batalla de Arica

Alejandro Monfort HEROE PERUANO

Arica, 6 de junio de 1880

Señora

Amelia viuda de Monfort
Cerro de Pasco

Inolvidable madre mía:

Por fin puedo escribirle las líneas que le debo hace mucho tiempo. En primer lugar, para agradecerle las cartas que me ha enviado, todas ellas cargadas de amor, de comprensión, de aliento. Recibirlas, madre mía, no obstante la tristeza de encontrarme a centenares de leguas de distancia, muy lejos de usted, de mi novia y de mi tierra adorada, ha servido para mantener vigente mi ánimo y mi entusiasmo,

Aquellos hermosos días de paz transcurridos en mi niñez y mi juventud, me parecen muy distantes. Mañana cumpliré exactamente trece meses de servicio activo en nuestro Ejército. Trece largos meses en los que aprendí muchísimas cosas. ¡¡Ahora sé que la guerra es el mismísimo infierno!!. ¡Debería abolirse la guerra que no es sino una cruel y salvaje matanza entre seres humanos que deben amarse. La guerra, entre otras infamias, nos aleja de nuestros hogares. Todos los hombres que me acompañan viven suspirando por encontrarse nuevamente con los suyos. Desde que salí de mi tierra, multitud de paisajes he visto desfilar delante de mis ojos. Tierras semejantes a mundos ignotos y extraños; inmensidades que jamás sospeché siquiera que existieran (No me castigue Dios, pero no quiero volver a ver un arenal en lo que me quede de vida). He caminado por los inmensos desiertos de esta parte del planeta, en medio de un implacable sol que por momentos nos hacía ver alucinaciones y espejismos, en noches tan cerradamente oscuras que, a ratos, esperábamos caer en un abismo negro y eterno y que en nuestra desesperación, nos parecía que era mejor así; que era preferible morir, a seguir sufriendo aquella abominable pesadilla. He sentido los labios descomunalmente hinchados por la sed.

Aquí el agua es la bendición que muchas veces estuvo muy lejos de nuestros labios. También he aprendido a orar, a trabajar y a combatir. He aprendido a vivir con exaltación, con plenitud, con ímpetu. Han sido necesarios estos largos meses de preparación y de luchas para comprender lo que es un soldado, un hombre. Hoy lo sé muy bien. He mirado a los valientes de nuestra Columna luchar con un valor sin límites, sin una queja, sin una lamentación, no obstante sus heridas, y me he sentido plenamente orgulloso de ellos. He visto a mis hermanos cerreños morir con la sonrisa en los labios, en cuyas pupilas llameaba la luz del heroísmo, mientras la vida les duraba. Y he llorado, madre, he llorado como un niño, al cerrar sus párpados fríos, sin vida, benditos. ¡Diles a nuestros paisanos que la Columna Pasco ha cumplido!. En las faldas del cerro San Francisco, por ejemplo, yo también he sentido la muerte, cuando nos ametrallaban y cañoneaban por todos lados, y mientras el fuego graneado caía en derredor, haciendo que la muerte juegue con nosotros, sentí que algo me protegía. Ahora sé que sus oraciones, que la bendición que me dio usted, me hacían invulnerable. ¡Dios la bendiga, madre mía!.

Hasta ahora el Señor me ha conservado la vida; presiento que será por poco tiempo. Ahora estoy convencido que un hombre que ha recibido este tremendo bautismo de sangre, fuego y dolor, sólo busca en su Salvador la luz eterna de la verdad. Nunca pude pensar que hubiera tantos hombres buenos en nuestra tierra. En estos trece meses de guerra he conocido más hombres generosos y abnegados que en todo el resto de mi vida. He visto a los integrantes de la Columna Pasco, hermanos de mi alma, único consuelo en mi soledad y tristeza, combatir y morir como héroes. Estoy seguro que mañana siete de junio también sabrán luchar como fieras.

En estos momentos, acá en Arica, acaba de finalizar el bombardeo terrestre y naval que nos han dirigido los chilenos, felizmente sin ninguna consecuencia. Han tratado de asustarnos. Hoy más que nunca estamos confiados en la grandeza de nuestros jefes. Imagínese. El coronel que ya peina canas, contestó al parlamentario chileno que vino a pedir nuestra rendición, que pelearemos “Hasta quemar el último cartucho”. Todos los jefes y oficiales lo respaldaron. Nosotros también, claro está. Sabemos que la muerte nos aguarda, pero tenemos que cumplir nuestra palabra. Estamos sitiados y abandonados a nuestra suerte. Todos lo sabemos. Mañana atacarán, pero los estaremos esperando. Tenemos conocimiento que las faldas del morro se están sembrando de minas explosivas; por allí tendrán que pasar los chilenos. Tenemos que valernos de todo, madre, de todo. Ellos son más de seis mil hombres muy bien armados y bien alimentados; nosotros no somos más de mil quinientos (cuatro a uno).

Yo, como sabe usted, conjuntamente con todos mis hermanos de la Columna Pasco, nos hemos aglutinado en el Batallón Tarapacá que esta al mando del coronel Ramón Zavala -rico salitrero tarapaqueño… Ah! le contaré que hasta hace unos pocos días nuestra alimentación dejaba mucho que desear, pero el coronel Alfonso Ugarte Vernal, un oficial tarapaqueño que es muy acomodado, ha dispuesto un gran banquete para jefes, oficiales y tropa.

En este momento todos estamos escribiendo. Avíseles a las madres y a las novias de mis amigos que ellas también tienen sus cartas; especialmente la “Ñahuirona” Clotilde a quien el “loco” Landaver le está escribiendo un testamento. No es para menos. El sabe que habremos de morir, pero quiere alegrar el corazón de su novia. Lo mismo ocurre con Aníbal; le está escribiendo una hermosa carta a su mamita; la señora Panchita. ¡Madre!. Yo quiero rogarle que cuando pase lo que tenga que pasar, acompañe a la ancianita. ¡Es tan viejecita, la pobre!. También si pudiera entrevistarse con la madre del “cholo” Fermín Eusebio, quisiera que le diga que su hijo es un hombre extraordinario. Con su trompeta nos ha alentado y animado aquí en las trincheras. Todos lo queremos. Tiene que ubicarla, madre. Ella es la lavandera de los Campillo y de otros españoles más. Vive en Diputación. Finalmente, le pido con todo mi amor que consuele a Margarita. A ella también le estoy escribiendo, pero sé que de todas maneras va a sufrir mucho. Usted sabe que cuando partí de allá, de nuestra tierra, le prometí que a la vuelta de la guerra nos casaríamos. Que me perdone. Dios no ha querido depararme esa felicidad. Ella habría sido una magnífica esposa. Pídale que me comprenda; que la patria nos exige esta dolorosa separación. Ella sabe que la quiero con todas las fuerzas de mi alma. Que ella es la única mujer a la que he querido en mi vida, pero no pudo ser. Que me perdone y que sea muy feliz.

Esta noche voy a confesar, madre. Estoy esperando mi turno. Ya casi todos lo han hecho; hasta los Candiotti…¡Imagínese!. El padre Rojas está atareado alcanzándonos la absolución por nuestros pecados. El también será el encargado de hacer llegar esta carta a sus manos.

Madrecita mía: Estoy consciente de que me quedan muy pocas horas. Sé que en cualquier momento, a partir de este instante, la muerte vendrá a arrebatarme la vida que usted me ha dado. Por eso, cuadrando mi emoción en palabras, le escribo mis últimas letras. No se imagina el esfuerzo sobrehumano que tengo que hacer para mantener mi pulso firme. No sabe cómo he rogado a Nuestro Señor que me dé presencia de ánimo para resistir la angustia. ¡Despedirse es lo mismo que morir!… ¡Y yo me estoy muriendo, madre!!. Sin embargo, armándome de coraje y pidiéndole a usted que haga lo mismo, le dedico los últimos instantes de mi vida.

Tengo que terminar esta carta. Voy a ocupar mi emplazamiento de combate. Nos ha correspondido una represión de la parte norte del morro de Arica. Allá vamos. Mis últimas palabras son para usted, madrecita, para usted, como lo serán mis postreros pensamientos. Tenga la seguridad que a donde vaya, la estaré aguardando. Sólo tomaré la delantera. Estoy segura que me veré con mi padre con quien la estaremos esperando. Le pido a usted con todo mi amor, que vaya a la tumba de mi padre y ponga en ella, no una, sino dos flores, que serán mis lágrimas de despedida.

Madre mía, le pido, le ruego, le imploro, que tenga mucho coraje para soportar esta prueba que nos da el destino. Ruéguele también al Señor, porque el valor no me abandone jamás, en esta última prueba. Usted reciba junto con mi bendición, el último beso de su hijo moribundo.

¡Que Dios la bendiga, madre mía! ¡Viva el Perú!.

Su hijo que la adora.

Alejandro.

Carta del Subteniente de la Cuarta Compañía de la Columna Pasco, Alejandro Monfort, héroe peruano de la Guerra con Chile.

Fuente: Blog «Pueblo mártir» – «La última carta» – César Pérez Arauco.

Coronel Justo Arias Aragüez exclamó en Arica: «¡Yo no me rindo carajo! ¡VIVA EL PERÚ!»

JUSTO ARIAS ARAGUEZ

VÍCTOR ALVARADO

El coronel tacneño José Justo Arias y Aragüez (1825 – 1880), ocupa un lugar especial en la galería de los defensores de Arica, por su recio espíritu combativo y su valor ilimitado en el combate contra los invasores que hollaron suelo ariqueño, como lo grafica los últimos instantes de su existencia de soldado al matar de un sablazo a un atacante que lo conminaba a rendirse y gritar acto seguido: “Yo no me rindo carajo, viva el Perú”, luego de lo cual cayó muerto por una descarga de fusilería enemiga.

El testimonio de su final heroico durante el asalto chileno al Morro de Arica no es producto de la fantasía, sino un testimonio histórico de los propios invasores, que ha sido encuestado por el historiador chileno Nicanor Molinare, quien en una de sus pocas narraciones objetivas en las que reivindica el valor de los jefes militares peruanos, expone el final del combatiente Arias y Aragüez.

Por considerarlo un testimonio objetivo, reproducimos a continuación la narración de Molinare sobre los últimos instantes del combatiente peruano Justo Arias Aragüez:

“Las laderas están cubiertas de heridos y de muertos; el fuego continúa y el combate dura ya más de doce minutos.

Los bravos tercerinos han penetrado al fuerte trepando los parapetos; abriendo brechas en los areniscos reductos, entrando por el portalón.

El coronel Arias Aragüez, impávido, se pasea por el muro que mira al oriente, su marcial silueta se destaca cual gigantesca sombra al iniciarse el asalto, en la penumbra del día que parpadea; y a medida que la luz que viene de oriente ahuyenta la oscuridad de aquella noche, la figura del nobilísimo defensor del Ciudadela, se perfila más y más en el alto parapeto.

El viejo coronel Arias se enronquece animando a su tropa y defiende su puesto con sin igual bravura; en aquella faena lo ayuda don Francisco Cornejo, comandante de los Cazadores de Piérola.

Aquel heroico soldado, sable en mano, se pasea impávido en la plazoleta del fuerte, en la del costado principal, desafiando, a nuestros soldados y a la muerte. A todos llama la atención aquel héroe, que sin kepi, presentaba su desnuda, calva, blanca y venerable cabeza a las balas.

Arias desafiando el peligro, infunde respeto y admiración a los nuestros, y con la clara luz del día pueden ver y aquilatar a su sabor la bizarra actitud del jefe enemigo. Su valor satisface a los hombres del 3ro y se disponen a salvar la vida de Arias.Todo el mundo le grita: Ríndase, mi coronel, no queremos matarlo. “¡No me rindo carajo! ¡Viva el Perú!”, les responde.

¡Fuego muchachos! Responde aquel ínclito guerrero y con su ejemplo estimula el valor de su tropa, la defensa del Ciudadela.

Y una descarga cerrada tiende al invicto guerrero, que cae muerto dentro del fuerte, y su espíritu libre de la humana envoltura, traspone los lindes de la vida y penetra en el templo sereno de la inmortalidad”.

Molinare, a pesar de su esfuerzo por ser objetivo, ha omitido en su narración mencionar la reacción furibunda de Arias al eliminar de un sablazo a uno de los atacantes que le conminaban rendición. Muchos otros actores de la batalla de Arica han puesto en su lugar el episodio omitido por Molinare

Hubiera sido pedirle demasiado a Molinare narrar los incidentes previos de ese sobrecogedor episodio, en los que habiéndose producido una arrolladora embestida de los invasores que lograron romper las defensa de la zona este y por la que se dirigían a vencer las del norte, Arias, bayoneta en mano, dio muerte a cinco de ellos.

Las generaciones de historiadores chilenos posteriores a Molinare han apodado a Arias como el “León de Arica”, por su porfiada y espartana resistencia al ofrecer su vida en defensa de Arica (Fuerte Ciudadela le llaman los historiógrafos chilenos). Por supuesto, su heroicidad en su ciudad natal es narración obligatoria de los maestros a sus alumnos, lo que lamentablemente no ocurre en el resto del país.

Por esta razón, los tacneños con justa razón proclaman a Tacna como cuna de la peruanidad y argumentos les sobran, porque la Tacna Heroica sobrevivió a 50 años de cautiverio chileno gracias a la resistencia de sus hijos que no solo ofrendaron su vida en la Batalla del Alto de la Alianza, sino que nunca se sometieron y derrotaron a la chilenización forzada que impusieron los invasores.

Arias tenía ilustre prosapia militar, pues su padre, el coronel tacneño José Remigio de Arias y Ríos, participó en primera fila la guerra de la Independencia haciendo filas en los movimientos revolucionarios de Francisco Antonio de Zela y Mateo Pumacahua.

Antes de la declaratoria de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia (05 de abril de 1879), Arias Aragüez ya tenía una dilatada trayectoria militar iniciada el 5 de marzo de 1842, en que ingresó al Ejército, correspondiéndole servir a las órdenes del coronel Manuel Mendiburú.

Muy temprano tiene su bautizo de fuego al asumir la tarea de organizar fuerzas en el Valle de Locumba (Tacna), y rechazar con las armas en la mano la invasión de tropas bolivianas encabezadas por el general Adolfo Ballivián.

Más tarde, en 1844 toma parte de la batalla del Carmen Alto en la revolución del general Ramón Castilla contra Manuel Ignacio de Vivanco. Fue ascendido a sargento mayor en septiembre de 1850 y a teniente coronel en octubre de 1854.

Es dado de baja del ejército en el año 1855 por ser leal al gobierno del general Rufino Echeñique, tras ser derrocado en la batalla de la Palma por el Mariscal Castilla.

En 1863 es llamado nuevamente al servicio por el gobierno del general Juan Antonio Pezet, y dos años después es ascendido a teniente coronel 2 años y participa en el Combate del 2 de mayo de 1866 en la guerra contra España.

En 1869 es ascendido a coronel, tras breves estadías en Arica como subprefecto y Tarapacá como jefe instructor de la Guardia Nacional de la región.

Al producirse el desembarco de los invasores en Pisagua (2 de noviembre de 1879), Arias es movilizado para organizar el batallón Granaderos de Tacna como comandante de dicho cuerpo y destinado a la protección del puerto de Arica.

El 07 de junio de 1880, día del asalto chileno al Morro de Arica, se encontraba al frente de sus Granaderos, con los cuales combatió hasta el exterminio de todos ellos.

El héroe tuvo un hermano también militar: Julián, quien igualmente ofrendó su vida en la Batalla de Miraflores del 15 de enero de 1881.

Francisco Bolognesi alumbra el espíritu de unión que debe reinar entre los peruanos

FRANSCISCO BOLOGNESI Y LOS DEFENSORES DE ARICA

J. GERMÁN PARRA HERRERA

General de División EP (r)

Desde la época de los griegos, los pueblos recurren al homenaje y al recuerdo para perennizar el nombre de sus héroes y reafirmar así su sentimiento de Patria.

El 07 de junio es el 138 aniversario de la Batalla de Arica, lo celebramos en el contexto actual electoral y en el contexto histórico de la Guerra del Salitre. Había concluido la Campaña Marítima el 08 de octubre de 1879 con la captura del Monitor Huáscar y la muerte del héroe Miguel Grau, quien mantuvo a raya, durante 7 meses, a la poderosa escuadra chilena. La Campaña terrestre del Sur, culminó con la retirada del resto del Ejército Peruano del Sur, después del triunfo peruano en la Batalla de Tarapacá, el 27 de noviembre. Al llegar a Tacna, al Coronel Bolognesi se le encargó la defensa de Arica, con efectivos y pertrechos escasos. El resto del Ejército continuó su marcha hacia Tacna. Con libertad de acción el enemigo desembarcó al Norte de Tacna. En la Batalla del Alto de la Alianza o de Tacna, (26 de mayo de 1880) triunfó la fuerza chilena. La Guarnición de Arica, al mando del Coronel Bolognesi, quedó aislada y rodeada por mar y tierra, sin posibilidad de refuerzos y con recursos escasos.

Las alternativas eran: retirarse o defender sin retroceder. La decisión colegiada fue “Morir por la Patria”. No había alguna posibilidad de éxito, solo salvar el honor nacional: ¡Muertos pero no rendidos! Se prepararon para el holocausto. Bolognesi, a pesar de todas las dificultades, tuvo tiempo para pensar en sus hijos. El teniente Enrique Bolognesi formaba parte de la fuerza en Tacna y participó en la batalla. El Coronel Bolognesi le escribió una carta y le remitió diez soles y un par de zapatos. Este hecho revela la personalidad del Coronel Bolognesi y la situación de inopia de nuestro Ejército. ¿Quiénes fueron responsables de esta situación? ¿Cómo estamos ahora? El 04 de junio de 1880, Bolognesi formuló el análisis de la situación de la Guarnición de Arica, solicitando apoyo logístico. No hubo respuesta. Chocano describió la situación: “La tropa hambrienta pero siempre erguida, no implora una limosna de su suerte; es una avanzada de la vida que presenta sus armas a la muerte”.

El 05 de junio se hizo presente el Mayor del Ejército chileno, José de la Cruz Salvo en calidad de parlamentario, enviado por el General Baquedano, jefe de las fuerzas chilenas. Su misión era ofrecer la rendición “con todos los honores”, para evitar derramamiento de sangre. Bolognesi practicó un liderazgo horizontal, reunió su Estado Mayor compuesto de 15 oficiales, les informó de la propuesta. Después de deliberar, ninguno aceptó la rendición. En presencia de todos le respondió al Mayor Salvo: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré quemando el último cartucho”. La frase retumbó como un latigazo en la habitación. Las gargantas enmudecieron y el corazón se agitó. La frase humilló la arrogancia del enemigo. Bolognesi y los suyos son los héroes más homenajeados, pero nunca será suficiente. Tengo el temor que la opinión pública comprometida todavía con los afanes electorales, se olviden del homenaje que debemos a Bolognesi y los suyos, que son nuestros. El 07 junio a las 06.30 a.m. empezó el bombardeo y ataque a la guarnición de Arica. Terminó tres horas después. Las bajas peruanas fueron 1,000 muchos muertos en combate y otros muchos repasados. Los chilenos tuvieron 474 muertos. El prestigio de Bolognesi dio vueltas al mundo. Se informó de la opinión del Zar II de Rusia: “Con un Bolognesi, Puerto Arturo no se habría perdido”. Bolognesi es la síntesis de la dignidad y el heroísmo peruano, es Patrono del Ejército, es el Paradigma del militar. Cuando se declaró la Guerra, Bolognesi estaba en situación de “Indefinido” o en términos actuales, en el retiro, con una pensión miserable, pero ningún resentimiento impidió que se reincorpore al Ejército para defender al Perú y resultó el héroe más prestigiado en el mundo. Basadre, dijo de él:

“Vivió sin mancharse con el lodo de las guerras civiles ni con el lodo de las riquezas dilapidarías. Los peruanos conocemos, por la Historia, que Bolognesi vivió en el ambiente de corrupción y revueltas militares y que los políticos dilapidaron las riquezas del Guano y otros; sin embargo, Bolognesi vivió limpio en medio de su austeridad agobiante. Limpio entró a la eternidad con sus dos hijos Enrique y Augusto quienes también murieron por la Patria. Luis Alberto Sánchez al referirse a Bolognesi dijo: “Bolognesi fue como esas aves de plumaje blanco que después de posarse en el pantano, alzan el vuelo con las alas limpias”. ¡Nadie más que Bolognesi! ¡Bolognesi llevó al Perú en sus entrañas! “Si la voluntad desafía al miedo, si el honor se mofa del humillante encuentro con la muerte, entonces el hombre llega al heroísmo”. El cadáver de Bolognesi llegó al Callao en la cañonera Lima. El Arzobispo Juan Ambrosio Huertas tuvo a su cargo las exequias. Sus palabras hicieron recordar las de Bartolomé Herrera cuando celebró la misa ante el cadáver del Presidente del Perú, General Agustín Gamarra: “¿Qué podré yo decir que nos consuele? Hemos vivido abandonados a unos mismos pecados. El espíritu de partido ha venido a sustituir al amor a la Patria. El hábito de no obedecer a las leyes y a las autoridades se ha arraigado entre nosotros. Pidamos a Dios que aceptando el sacrificio, empiece a brillar, el espíritu de unión entre los hijos del Perú”. Bolognesi: gigante amado y Patrono del Ejército: que tu espíritu nunca descanse.

Que todo homenaje sirva para demostrar que hemos aprendido la lección: Nunca más descuido de la Defensa Nacional, suprimir de la política las frases: Aquí no pasa nada, Dios es peruano!

¡Que el heroísmo de Arica nos obligue a los peruanos a reemplazar el espíritu de facción por el espíritu de Nación!

La Guerra del Pacífico fue una guerra avisada que los políticos no quisieron ver ni oír

BATALLA DE ARICA

J. Germán Parra H.

General de División EP

En la efemérides de la Patria, el 07 de junio desde 1906 y para siempre, es el día del Juramento de Fidelidad a la Bandera; ceremonia pública solemne dedicada al homenaje al Coronel Francisco Bolognesi, Patrono del Ejército y héroe cada vez más excepcional.

Bolognesi, hace 130 años, comandó a un grupo de militares que tenían la misión de defender el Morro de Arica en el contexto de la Guerra del Salitre que Chile nos hizo. Fue una guerra avisada que los políticos no quisieron ver ni oír. Creo que existe la obligación cívica de reflexionar sobre este hecho heroico relacionado con la Defensa Nacional y con las FFAA.

La guarnición del morro decidió rechazar la invitación a rendirse con la famosa frase: “Tengo deberes sagrados que cumplir”, ofrecimiento enemigo para la rendición que paradójicamente decía que sería una rendición con honores: Bolognesi y sus oficiales acordaron no rendirse y morir para purgar los descuidos en la Defensa Nacional de los políticos y salvar el honor nacional. La batalla del Morro de Arica es la fuente permanente de lecciones de heroísmo peruano, cuya dimensión patriótica se agiganta en el telón de fondo de la grave situación actual en que se encuentran la Defensa Nacional y nuestras FFAA, desarmadas. Para corregir el desbalance, el gobierno ha decidido proponer a los otros países de la OEA que se desarmen. Hay que tener presente la dialéctica siguiente: ¿Hay armas porque hay guerras, o hay guerras porque hay armas?

Para justificar la situación en que se encuentra la Defensa Nacional algunos gurús dicen que ya no hay guerra. La realidad nos demuestra que la guerra es una expresión trágica de un conflicto y el mundo está lleno de ellos. La guerra es una realidad y una posibilidad, hay que estar preparados con la anticipación suficiente.

¡En materia de Defensa Nacional, lo primero que hay que prever, es la improvisación!

Ningún militar ha sido objeto de tantos homenajes como Bolognesi. Su primer monumento fue inaugurado el 07 de junio de 1905 con la estatua de Querol; y el 17 de junio de 1954 se cambió la estatua por la de Antonio Ocaña, en la que Bolognesi luce marcialmente invencible.

Una vez más me adhiero al homenaje a la figura excelsa del que prefirió morir antes de rendirse.

En la historia de los pueblos existen hombres índices, aquellos que son como la síntesis de una época o de una actividad. Bolognesi es uno de ellos; hombre probo, constante y, fundamentalmente, militar ejemplar; el pundonor y la dignidad eran las constantes de su vida, austera desposeído de grandes comodidades, más bien, lindantes con la dignidad de la pobreza material.

Basadre lo describió magistralmente: “Bolognesi vivió sin mancharse con el lodo de las guerras civiles ni con la locura de las riquezas dilapidadas”. Luis Alberto Sánchez agregó: “Bolognesi fue como esas aves de plumaje blanco que no obstante posarse en el pantano, elevan el vuelo con la alas limpias”. Bolognesi y sus hijos Enrique y Augusto, muertos también defendiendo la patria, los tres, padre e hijos entraron a la gloria, limpios. ¿Quién más?

El hombre es él y sus circunstancias. Bolognesi y muchos fueron víctimas del enfrentamiento entre el civilismo y el militarismo; eran las dos tendencias predominantes en la década de 1870. El civilismo, dirigido por el Presidente Pardo, desmontó a las FFAA e invitó a muchos oficiales, entre ellos Bolognesi, a la situación de Disponibilidad que en esa época era la situación de indefinidos, con una pensión mísera; se dejó sin efecto la decisión de adquirir dos blindados.

El Ejército y la Armada constituían la Fuerza Pública con el nombre genérico de “Guardias Nacionales”, la venganza política llevó al país a un estado de indefensión. ¡Cualquier semejanza con la situación actual es pura coincidencia!

Declarada la Guerra al Perú por parte de Chile, la opinión pública ignoraba la real situación de las Fuerzas Públicas, a tal extremo que los medios de comunicación informaban de una situación irreal sobre el estado del Ejército y la Armada a pesar de los reclamos de Grau desde el Parlamento.

“El papel de la prensa, durante esa época, debió estar orientada a poner en alerta a la opinión pública nacional sobre las intenciones de Chile e informar adecuadamente de la preparación de nuestras fuerzas, pero fundamentalmente a conservar la unión de todos los peruanos y elevar el sentimiento patriótico” (coronel EP. Arturo Castro).

El coronel Arturo Castro en su libro “La Prensa Limeña en la Guerra con Chile” recurre a la frase de Napoleón respecto al rol de la prensa escrita: “Tres diarios adversos son más temibles que mil bayonetas”. Napoleón tuvo razón. Castro Flores, en su libro antes mencionado, reproduce una parte del editorial del diario “El Nacional”, órgano oficial del Partido Civil: “No se oculta que tanto nuestro Ejército como nuestras naves, se encuentran en buenas condiciones de combate y que el jefe del Estado ha velado consagrándose exclusivamente al apresto y movilización de todos nuestros medios de defensa territorial, sea dicho ello con la franqueza que es preciso observar en tan solemnes circunstancias, aún hay mucho que atender y no poco que reformar en lo que respecta a nuestras fuerzas marítimas y terrestres”.

Sigue leyendo